Actividad No. 4 LA TRANSFORMACIÓN DEL CONFLICTO A PARTIR DE LA ECONOMÍA ILÍCITA DEL
NARCOTRÁFICO Y SUS VÍNCULOS CON EL CONTEXTO GLOBAL
Cuestionario
1.
¿Por qué la apertura económica en el
campo incentivó el negocio ilegal del narcotráfico?
2.
Según la DEA, ¿Cuáles son las
dificultades cada vez mayores que este organismo ha tenido para monitorear y
controlar la industria ilegal del narcotráfico en Colombia?
3.
Explica la participación de los grupos
armados en la industria ilegal del narcotráfico
4.
Plantea tu opinión sobre el proceso de paz con los paramilitares, ¿exitosa
o fallida? ¿Cuáles son sus efectos?
5.
¿Qué significado para el país tuvo el
Plan Colombia? ¿Crees que la política internacional de control del narcotráfico
es un éxito o fracaso? Plantea tu opinión sobre la legalización de las drogas.
Una de las transformaciones más evidentes que
el conflicto colombiano ha experimentado, en las dos últimas décadas, es
relacionada con el papel desempeñado por el negocio ilegal del narcotráfico
como activador de la guerra. Como es bien conocido, en la década de los noventa
Colombia se había convertido en el primer productor de cocaína en el nivel
mundial, lo cual, en un contexto de marcada ausencia del Estado y de crisis
socioeconómica en los escenarios rurales del país, terminó por producir un
vínculo negativo entre los actores armados y esta nueva fuente inagotable de
recursos económicos.
La potencialidad de esta dinámica se debió en
buena parte a que en el nuevo contexto de globalización las nuevas tecnologías
de la comunicación, la información y el transporte facilitaron la
transnacionalización de las actividades ilícitas a gran escala, brindando un
escenario ideal para el establecimiento de redes transnacionales que permitiera
vincular de manera más rápida y efectiva a los distintos grupos, mafias e individuos
que buscaban maximizar sus ganancias a partir de la alta rentabilidad de los
negocios ilícitos. A su vez, la rentabilidad de las actividades criminales en
el nivel transnacional se veía fortalecida por la emergencia de una serie de
leyes y aparatos de seguridad instaurados por los países potencia, que buscaban
erradicar las actividades del mercado consideradas como indeseables.
En el caso de Colombia, vale la pena anotar,
además, que ya existía previamente un contexto favorable en el cual las economías
del contrabando, las rutas del tráfico de la marihuana y la explotación de
esmeraldas como prácticas ilegales fueron abriendo paso a un contexto social e
institucional, en que la economía de la droga y sus métodos violentos se fueron
integrando y aceptando de manera transitoria en la estructura de la sociedad.
Para la década de los noventa, el vuelco de la
economía colombiana hacia el sector exportador terminó por beneficiar a la
industria del narcotráfico, en tanto la dimensión de la economía portuaria en
Colombia se constituyó en un mecanismo de vital importancia para su inserción
económica en el contexto internacional. No fue entonces una
casualidad que las rutas de tráfico de drogas hacia el exterior coincidieran
con las salidas de los puertos marítimos colombianos, y que
utilizaran los mismos medios de transporte que son empleados para la
comercialización de bienes legales.
PACIFISTA presenta: El Naya: la ruta oculta de la cocaína
De allí resulta obvio, por ejemplo, que un
puerto como el de Cartagena, estratégicamente ubicado en el mar Caribe frente a
los mercados internacionales y que, además, está impulsando un crecimiento
asociado al tráfico de contenedores (transbordo), en una zona de
alta competencia con otros puertos del Caribe y Centroamérica (Panamá, Bahamas
y Jamaica principalmente), se constituyera en uno de los puertos
principales para la salida de drogas del país. Asimismo, alrededor de los
puertos de Buenaventura y Tumaco en el Pacífico colombiano, que se han
convertido en los puertos de mayor movimiento en el ámbito nacional —siendo el
puerto de Buenaventura el puerto multipropósito más grande del país—, se
registraron entre 2002 y 2007 las más altas cifras de incautaciones de drogas
en el nivel nacional. Igualmente, presenta las más altas
cifras de violencia y criminalidad. Esto coincide con la tendencia hemisférica
del tráfico de drogas en los últimos diez años, donde los corredores
centroamericanos y Pacífico ocupan un papel central, especialmente, en el
tráfico de la cocaína que se produce en Colombia y que tiene como destino el
mercado norteamericano.
Por otra parte, es posible establecer también
una relación directa entre las políticas de apertura que tuvieron lugar en
Colombia en la década de los noventa y el incremento de la industria de la
droga, a partir de ciertos cambios que fueron analizados por el autor Francisco
Thoumi, entre los cuales se encuentran la eliminación de los
controles de intercambio, que permitieron a los colombianos tener cuentas
financieras y hacer préstamos en el exterior, la declinación en las tarifas de
importación y la eliminación de cuotas de la mayoría de las licencias de
importación y la promoción de la inversión extranjera directa, que entre otros
factores contribuyeron a la expansión de la industria de la droga. En este
sentido, el autor se refiere a un estudio de la Drug Enforcement Administration
(DEA) que evidencia las dificultades cada vez mayores que este
organismo ha tenido para monitorear y controlar la industria ilegal en Colombia
debido a que 1. La eliminación de los controles de intercambio hicieron más
fácil traer al país grandes sumas de dineros de la droga disfrazados de
inversión extranjera de capitales; 2. La privatización de los bancos públicos
nacionales permitió a los señores de la droga comprar esos bancos y desarrollar
una infraestructura legítima a través de la cual esconder y lavar el capital; y
3. La ausencia de leyes restrictivas para el lavado de dinero en Colombia ha
hecho que sea más fácil para que los dineros de la droga entren y penetren en
la economía nacional.
Para el momento de la expansión del negocio de
la coca en Colombia, en pleno contexto de apertura, los distintos actores
armados y delincuenciales se vieron, entonces, enfrentados al aprovechamiento
del nuevo contexto externo que brindaba nuevas y masivas fuentes de financiación.
Las FARC, por ejemplo, encontraron un nuevo combustible para su economía de
guerra, a través de la imposición de tributos sobre un 80% de las actividades
relacionadas con la producción y exportación de cocaína, llegando a obtener
alrededor de US$ 140 millones provenientes de esos tributos.
Así, en la década de los noventa, cuando se
registra un ascenso en la producción de coca, que pasó de 45 mil hectáreas
(has) en 1994 a 163 mil (has) sembradas en el año 2000, las FARC habían
experimentado también un crecimiento sin precedentes, que iba de entre los mil
y tres mil hombres en 1980, hasta los 10 mil elementos a inicios de los noventa
llegando a su punto más alto en 2002 con 18 mil unidades armadas, según cifras
oficiales del gobierno. A finales de la década, cuando se registraban las
mayores cifras del crecimiento tanto de los cultivos ilícitos como del grupo
armado, las FARC habían obtenido a su vez los mayores triunfos militares de su
historia.
Por su parte, la situación de los grupos
paramilitares en relación con las economías ilícitas resultó ser más
vinculante, debido al tipo de estructura organizacional descentralizada que los
ha caracterizado y a las dificultades para separar los objetivos políticos
respecto de los objetivos criminales y económicos en su acción. Se puede
considerar al respecto, que los mercados globales de drogas ilícitas
propiciaron el fortalecimiento de los grupos paramilitares, llevándolos a un
crecimiento de aproximadamente 14 mil hombres armados en 2002. Vale la
pena resaltar, además, que la expansión de este grupo armado también se ha
expresado en su clara orientación hacia la protección y fomento de las
inversiones extranjeras y de los proyectos macroeconómicos, que se encuentran
vinculados con algunos de los mercados locales que han estado bajo su control.
En cuanto a sus fuentes de financiación y los
métodos para esconder sus recursos, se ha podido comprobar un fuerte vínculo
del paramilitarismo con los flujos ilegales que operan en el mercado ilícito
global,
Un investigador en la embajada de Estados
Unidos que ha rastreado por años los esquemas de las finanzas paramilitares,
hablando en condición de anónimo, dice que el grupo tiene entre US 200 millones
y US 1000 millones en bancos de inversión en Suiza, Italia, Luxemburgo y otros
países. Otras sumas no reportadas están en Colombia [...] y el grupo
probablemente esconde activos en forma de hoteles, centros comerciales y otras
propiedades bajo su control.
Más recientemente, la evolución del actor
paramilitar hacia la formación de las denominadas Bacrim, que surgieron del
fallido proceso de desmonte de la estructura paramilitar que fue impulsado por
el presidente Álvaro Uribe Vélez desde el año 2003 y que produjo la
desmovilización de cerca de 32 mil paramilitares, alentó el surgimiento de
nuevos grupos criminales como los denominados "Rastrojos",
"Urabeños", "Águilas Negras" y "Paisas", que
continúan disputándose las redes del crimen organizado para controlar las rutas
de transporte y la comercialización de narcóticos hacia el exterior. Lo
anterior ha traído como consecuencia un recrudecimiento del conflicto, pues se
considera que estos grupos han perdido cualquier connotación política, para
dedicarse a la realización de tareas puramente criminales con un alto
porcentaje de presencia en el territorio nacional —cerca del 40%—, que estaría
representado en 30 de los 32 departamentos y en algo más de 406 municipios del
país.
Finalmente, desde inicios de la década de
2000, las fuerzas armadas gubernamentales también incrementaron sus recursos
para la guerra como resultado de una serie de políticas de seguridad,
soportadas en un discurso de carácter globalizado. En los últimos dos decenios
la dinámica del conflicto fue integrada a las denominadas "guerras
globales" contra el narcotráfico y el terrorismo, a través de las ayudas
militares y económicas estadounidenses para la lucha contra el narcotráfico y
los actores armados catalogados como terroristas. Estas acciones proveyeron al
Estado colombiano de una mayor capacidad de ataque y confrontación.
Desde la sombra (E24): Las dos caras de la DEA.
En el año 1999, cuando comienza a definirse claramente la intervención de Estados Unidos a través del Plan Colombia, la Iniciativa Regional Andina y del apoyo al Plan Patriota, ocurre un evidente cambio en la correlación de fuerzas y, por ende, una transformación general de la dinámica del conflicto. A partir de allí se produjeron cambios organizacionales, tecnológicos y expansivos de las fuerzas estatales que le significaron al Estado una recuperación importante de territorios. Esto se manifestó como sostienen Granada, Restrepo y Vargas de la siguiente manera,
Con el apoyo político del gobierno traducido
en un gran esfuerzo fiscal, el renovado apoyo del gobierno estadounidense
representado en la continuación del Plan Colombia y como parte de su programa
de asistencia militar, las fuerzas estatales siguiendo un plan de modernización
y crecimiento predefinido, pasaron de tener 145 000 combatientes a finales de
la década de los noventa, de los cuales menos de un cuarto eran profesionales,
a 431 253 en enero de 2009, cifra con la cual las fuerzas estatales
alcanzaron el techo de la expansión de su pie de fuerza.
Las consecuencias de este fortalecimiento del
Estado fueron múltiples, pues aunque implicó un retroceso temporal de la
avanzada guerrillera, la recuperación parcial de las fuerzas del Estado en el
territorio nacional y una mayor provisión de seguridad, otros fenómenos como el
desplazamiento forzado, la violencia homicida y delincuencial asociada al
conflicto y la victimización de la población civil se siguieron expandiendo,
una vez que se pusieron en marcha los mecanismos militares de los que disponía
el Estado para continuar con la guerra. De hecho, como sugieren Granada,
Restrepo y Vargas la campaña contrainsurgente se vio enfrentada a una situación
de estancamiento, manifestada en su incapacidad para la desintegración real de
los grupos armados y en la configuración de nuevas formas de violencia que se
generaron alrededor del problemático fenómeno neoparamilitar.
Con este artículo se espera finalmente dejar
abiertos nuevos interrogantes relacionados con un reto aún mayor, la búsqueda
de una terminación pacífica de la confrontación armada: ¿Se está viendo
constreñida la resolución del conflicto colombiano por factores que derivan del
nuevo orden global? ¿De qué forma se pueden superar dichas limitaciones? ¿Qué
aspectos deben ser tenidos en cuenta para pensar en la resolución del conflicto
colombiano en un contexto de globalización? La respuesta a estas preguntas
depende de la formulación de debates, modelos y metodologías hacia los cuales
deben ir dirigidos los esfuerzos futuros en la búsqueda a una resolución
pacífica del conflicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario